martes, 31 de marzo de 2015

Capítulo 27



No sé cuánto tiempo habré pasado inconsciente, pero ha merecido la pena por haber podido sustentar mi estómago después. Me siento lo suficientemente pesado como para trepar a un árbol y esa noche la pasaré en el húmedo suelo.

Viene a mi cabeza uno de esos sabios consejos de Rose y una sonrisa maliciosa se dibuja en mi rostro, los árboles no son los únicos lugares para pasar la noche, así que decido quitarme toda la ropa (si a esos harapos infecciosos se les puede llamar así).

Comienzo a untar todo mi cuerpo con barro de la charca y una sensación de alivio me recorre la espalda, los picores ocasionados por insectos, plantas… están empezando a menguar. Tras finalizar tal reconfortable tarea, sin ningún pudor a pesar de que ahora mismo en las pantallas de todo Panem puede estar reflejada mi imagen. Recojo algunas hojas secas y algunos juncos y los voy adhiriendo a mi cuerpo hasta dejarlo totalmente cubierto, seguidamente me tumbo en el frío suelo y me mimetizo con la naturaleza.

Duermo plácidamente hasta que en pleno crepúsculo un estridente cañonazo me sobresalta, unos minutos después suena el himno. La única imagen proyectada en el cielo es la del chico del distrito 4, causa del reciente cañonazo, me vuelvo a dormir de nuevo pero, esta vez, con el rostro infantil de mirada inocente en mi mente.

Me acuerdo de Casia y de la reciente muerte de mi compañera Lucy.

lunes, 9 de marzo de 2015

Capítulo 26



Dos chicas del distrito 8, una chica del 10, y por último dos chico y una chica del 11.
Esto nos deja sólo con una decena de tributos a los que enfrentarse, cada vez más cerca de mi objetivo pero la verdadera guerra por la supervivencia tan sólo acaba de empezar, así que esta noche duermo plácidamente porque quien sabe lo que me deparará mañana.
Una inquietud hace que me despierte al compás de los primeros rayos del alba, mi estómago ruge ferozmente y mi garganta se ha quedado completamente seca. Las cantimploras están vacías y de la comida no queda un hueso, así que me armo con los cuchillos y empiezo a errar con la misma dirección del principio para ver si al final del estadio hay alguna muerte mejor que estas.
Tras una caminata que me resulta eterna me detengo a descansar tras unos arbustos de forma precavida y caigo en la cuenta de que apenas he avanzado, mis piernas tiemblan amenazando con desplomarse en cualquier momento y eso es lo que hacen.
Aturdido por el calor, el hambre y demás sensaciones molestas, desplomado en el suelo, comienzo a perder el conocimiento cuando, de repente, algo viscoso comienza a recorrer mi cuerpo hasta saltar a mi nariz, en ese momento abro los ojos y me encuentro con uno iris vidriosos que me miran.
Me incorporo al mismo tiempo que el anfibio se aleja dando saltitos para perderse en la pequeña charca azul. Corro a empaparme hasta el alma con ese líquido bendito y sacio mi sed como si fuera la última vez que puedo hacerlo. Ayudado por los restos de cuerda que me quedan en la mochila comienzo a atrapar todas las ranas que se cruzan en mi camino, así esta noche podré darme un festín de ancas, crudas, para no atraer a mis enemigos, y no tendré falta de agua.
Tan sólo quedan 10 tributos, una decena para la gloria.
Catching Fire